¡Hola! El domingo corrí la carrera del Árbol, por Vallecas, en Madrid. Fueron 5,300 m callejeando, subiendo y bajando calles, saludando a los vecinos y corriendo rodeada de grupos de amigos, de familias, de niños. Una maravilla. Todo eran risas en el paraíso hasta que, cuando quedaban 200 metros para la meta, veo que hay que subir una cuesta que te llevaba desde un parque hasta un puente (eran una escalera hecha cuesta). Os juro que casi se necesitaban pies de gato para subirla. Cuando corrí esos 15 metros de cuesta me esperaba en la cima el tubo de escape de un autobús que me respiré enterito (no habían cortado el tráfico en ese punto, solo habían reservado un carril). Entre que se me había bajado todo el buen rollo por la cuesta y el autobús, que cuando entré al polideportivo Palomeras casi me estampo porque tropecé con un bordillo y que me dí cuenta de que la meta no estaba al entrar, sino que había que darle una vuelta a la pista de atletismo... me atrapó una posesión infernal. Había una señora (corredora también) delante de mí que se había puesto a andar a 60 metros de la meta. Entonces, el demonio que yo llevaba dentro le dijo: "¿USTED QUÉ? TODO EL RATO CORRIENDO, Y AHORA VA A ENTRAR ANDANDO, QUE POCA VERGÜENZA, PERO SI NO QUEDA NADA. MIRE LOS NIÑOS, ENTRAN CORRIENDO TODOS Y USTED... HOMBRE POR DIOS". Y así fue como esa mujer, haciendo el sprint de su vida, acabó la carrera del Árbol me atrevo a decir que batiendo alguna marca (aunque sea de veteranos). Lo siento señora, no era yo quien hablaba. Deseo de corazón que disfrutes con estos contenidos. Gracias por leer y por compartir. Sonia |
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